A las 14:30 la llamada no esperada: La gran maestra de la mensura.
Y es que la mensura es capaz de segmentar lo ilimitado, de atrapar lo voluble, de plasmar lo imaginario, de concretar lo abstracto. Y se empeña, joder si se empeña, cada día se empeña más.
Adentro, las cosas se ven distinto. Pero hay que romper ese delicado globo de particulitas de cariño, de nieve, de café, de sueño, digestión suave... ¡Ya!
Hace calor en la burbuja. Es agradable. Aunque te nieve en la cabeza, aunque tengas los pies congelados, una sonrisa te brota porque adentro estás caliente. Fou!
Y la gran maestra te llama de nuevo, la mensura sólo sabe decirte una cosa: eres mortal. Y cada vez te lo repite de manera diferente, ocupando cada día un nuevo plano, un nuevo espacio de las pobres palabras, empieza a enterrarlas en su diccionario. Y el tiempo es el que más sufre, aunque sea el más fuerte; y quizá por eso ella le ataca con una crueldad sobrenatural... Tú, adentro, sabes que la muerte no existe pues no existe el tiempo; sólo la mensura se empeña, y se empeña, joder si se empeña.
Así que ya sabes, vomita. Echa todo lo que has comido, lo que estás digeriendo con tan sumo cuidado, el delicado desayuno que te habías preparado por la mañana ya no vale nada. Nada más que para tí. Porque lo que quiere es una foto de la Grand Place con nieve. Fou!
!ÉCHALO! !Coño, échalo todo! Tómate un café con sal, métete los dedos, lo que quieras. La mensura es cruel; lo sabe, y se ensaña, joder si se ensaña. Y tú, con el calor del pollo y la sopa en tu estómago, tan cariñosos, densos, tocando las paredes de tu estómago. A correr. Al centro. Y se jode el tranvía. Ni en los días de fiesta serás capaz de dejarlo. Como un bulímico comienzas a echarlo todo, encima de la Grand Place, el Manneken Pis, la Place de la Bourse, la Catedral se ha salvado por las obras. Andas, tratando de recordar a qué sabía ese desayuno. Pero no puedes porque ya la mensura está dentro. Y tu mente trastocada sólo busca nieve. Ya el tiempo ha sido encerrado de nuevo. Y tú no lo buscas. Ni siquiera te acuerdas de que, de hecho, has venido a buscarlo.
La nieve es frágil, quebradiza, y requiere mucho mimo, delicada. Si la pisas se deshace. Y obviamente no encontré más que negro y sucio barro de nieve podrida de ser pisada.
¡¡Noche por Dios, cáeme encima, que no sabes cuánto que te quiero!!!